23.2.07

François Villon

François Villon, poeta francés nacido en París en 1431, cuyo nombre verdadero era François de Montcorbier o François des Loges. El primero de los que siglos más tarde se llamarían Poetas Malditos, obtuvo un doctorado en Artes en la Sorbona en 1452. En 1455 asesinó a un sacerdote en una pelea callejera y un año después fue acusado por robar 500 coronas. En 1462 fue detenido en una reyerta y condenado a muerte, sin embargo su sentencia fue conmutada por el destierro y a partir de este momento no se tienen datos de él. Su escandalosa vida, transcurrida entre expedientes y cárceles, acusado de todo tipo de delitos e incluso de sacrilegio, está resumida en El pequeño testamento (1456) y en El gran testamento (1461).



Balada de los ahorcados


Hermanos humanos
que viviréis después de nosotros,
No tengáis los corazones endurecidos,
Pues, si tenéis piedad de nosotros, pobres,
Dios tendrá de vosotros misericordia.
Aquí nos veis colgados a cinco o seis;
En cuanto a la carne,

que excesivamente hemos nutrido,
Hace tiempo que está devorada y podrida,
Y nosotros, los huesos,


nos tornamos ceniza y polvo.
De nuestro mal nadie se ría:
¡Pero rogad a Dios que a todos nos absuelva!


Si hermanos os llamamos, no debéis
tener desdén, aunque fuimos muertos
por Justicia. Pero sabed que todos los hombres

no tienen arraigada sensatez.
Perdonadnos, puesto que hemos partido
Hacia el hijo de la Virgen María,
Y que su gracia no esté para nosotros agotada,
Preservándonos del rayo infernal.
Estamos muertos, que nadie nos atormente;
¡Pero rogad a Dios que a todos nos absuelva!


La lluvia nos ha bañado y lavado,
Y el sol, desecado y oscurecido:
Urracas y cuervos nos han socavado los ojos
Y arrancado la barba y las cejas.
Jamás, en ningún instante, tenemos sosiego;
Hacia aquí, hacia allá, según sus variaciones,


El viento nos mueve sin cesar a su albedrío,
Más picoteados de pájaros que un dedal.
No seáis, entonces, de nuestra cofradía;
¡Pero rogad a Dios que a todos nos absuelva!


Príncipe Jesús, que sobre todos tienes dominio,
No dejes que el infierno tenga en nosotros señorío:
Que no tengamos con él, nada que saldar.
Hombres, aquí no hay razón para bromear;
¡Pero rogad a Dios que a todos nos absuelva!