23.2.07

René Char

El gran poeta René Char, de nacionalidad francesa, nació en L'Isle-sur-Sorgue (Provenza). Escribió su primer libro en 1928 titulado Cloches sur le coeur, obra que destruyó. En 1929 viajó a París y conoció a los miembros más importantes del Surrealismo y firmó con ellos su Segundo Manifiesto. En 1934 apareció su poemario El martillo sin dueño; musicalizado por Pierre Boulez (1955). Por entonces Char se distancia de los surrealistas y publica Afuera la noche es gobernada (1938). En 1940 se unió a la Resistencia contra las tropas de ocupación de Hitler usando el seudónimo de capitán Alexandre. Su profunda visión de la guerra es notable en sus libros: Solos permanecen (1945), y Las hojas de Hipnos (1946). Autor además de: Furor y Misterio (1947), Los Matinales (1950), El sol de las aguas (1951), Lettera amorosa (1953), Búsqueda de la base y de la cima (1955), Común Presencia (1964), Vuelta atrás (1966), La noche talismánica (1972), Aromas cazadores (1975), Cantos de la Balandrana (1977) y Palabra en Archipiélago. Su obra completa fue publicada en vida en la Bibliothèque de la Pléiade. Recibió la orden de Caballero de la Legión de Honor y la Medalla de la Resistencia y la Cruz de Guerra. Es una de las voces más influyentes de la poesía del siglo XX.


LA LUJURIA

El águila ve como se borran gradualmente


las huellas de la memoria helada
La extensión de la soledad hace apenas visible la presa que huye
A través de cada una de las regiones
Donde uno mata donde a uno lo matan libremente
Presa insensible
Proyectada indistintamente
Más acá del deseo y más allá de la muerte

El soñador embalsamado en su camisa de fuerza
Rodeado de utensilios efímeros
Figuras que se desvanecen apenas formadas
Su revolución celebra la apoteosis de la vida que declina
La desaparición progresiva de las partes lamidas
La caída de los torrentes en la opacidad de las tumbas
Los sudores y malestares que anuncian el fuego central
Y finalmente el universo con todo su pecho atlético
Necrópolis fluvial
Después del diluvio de los rabdomantes

Ese fanático de las nubes
Tiene el poder sobrenatural
De desplazar a considerables distancias
Los paisajes habituales
De romper la armonía acumulada
De tomar irreconocibles los lugares fúnebres
Al día siguiente de los homicidios provechosos
Sin que la conciencia originaria
Se cubra con el deslizamiento purificador del suelo.



Traducción: Aldo Pellegrini